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Home Escala Crítica MONSIVAIS Y SARAMAGO: PARA MIRAR LA POLÍTICA CON OJOS CRÍTICOS

MONSIVAIS Y SARAMAGO: PARA MIRAR LA POLÍTICA CON OJOS CRÍTICOS

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 Escala Crítica/Columna diaria

* La política no es patrimonio de funcionarios y aspirantes al poder
* También nos sirve la literatura para trazar rutas de convivencia
* Dos escritores: pesimismo y optimismo por el mismo boleto
 
Víctor M. Sámano Labastida
EN MÁS de una ocasión algún amable lector me ha abordado para preguntar por qué no escribo siempre “de política”. Por lo general se entiende “la política” como aquella actividad que realizan “los políticos”, a estos se les identifica como quienes tienen un cargo público o, de manera más limitada, a los que se dedican a cuestiones electorales y partidistas. Así que cuando alguien escribe de cultura, educación, salud, seguridad, derechos humanos, etcétera, se dice que “no escribe sobre política”.
Desde mi modesto punto de vista, y apoyado en otros verdaderamente prestigiados estudiosos, considero que la política son todas aquellas acciones e ideas relacionadas con la toma de decisiones que afectan a la “polis”, comunidad, sociedad, a lo público. Y también las ideas. Habrá oportunidad de volver sobre esta distinción, pero baste por ahora para explicar por qué en mi colaboración sabatina dedicaré esta vez el espacio a referirme a dos “radares” de la cultura contemporánea: al mexicano Carlos Monsiváis y al portugués José Saramago, ciudadanos del mundo.
AUSENCIA OMNIPRESENTE
MONSIVÀIS y Saramago -ausentes desde hace cuatro años- son radares, lo que en aeronáutica ayuda a trazar las mejores rutas geográficas. Carlos Monsiváis fue el radar de la cultura popular, la crónica periodística y los movimientos sociales de México; el portugués José Saramago fue el radar de la literatura comprometida y libre –al mismo tiempo-, combinación que le granjeó enemistades aunque también el reconocimiento de sectores ideológicos diversos de la cultura mundial.
PÁJAROS DEL MUNDO 
EN VUELO PERMANENTE
MONSIVÁIS y Saramago no admiten el verbo 'ser' en pasado. Rectifico: estos radares culturales no fueron, son. Como los grandes del periodismo y la literatura “se manejan en un eterno tiempo presente” (Stephen Vicinczey), en el sentido del disfrute permanente de sus obras. Lo dijo Carlos Fuentes: “no los hemos perdido, al contrario: los hemos ganado para siempre”. Cierto, hay cuestiones futuras de las que ya no hablarán. Nuevos acontecimientos no serán reflexionados por ellos. Tuvo razón Elena Poniatowska cuando dijo: “Monsi, nos harás una falta horrible”. Justo ahora, a propósito de un México sacudido, se extrañan las cuartillas analíticas de Monsiváis.                                                                        
José Saramago (1922-2010) murió un viernes 18 de junio; con apenas unas horas de diferencia, Carlos Monsiváis (1938-2010) murió el sábado 19. Desaparecer y permanecer es el juego secreto de la cultura. La desaparición física es un hecho frío, pero sus obras siguen ardiendo para quienes gustan de la metamorfosis. Monsiváis y Saramago son guardianes de la metamorfosis, como plantea Elías Canetti a propósito de los verdaderos escritores. 
En Monsiváis sus temas frecuentes: la cultura popular en todas sus formas (incluyendo la desmesurada cultura de masas), los movimientos sociales y políticos catapultados desde la izquierda mexicana, las cuitas y despertares de la sociedad civil, el periodismo y la disección ética de la realidad, la crónica y la descripción gozosa de la vida, los personajes de la vida pública y sus atmósferas, la política vista desde el lado satírico, la crónica/ensayo como espacio lúdico y erudito de la cultura. 
No es casualidad que José Emilio Pacheco dijera que Monsiváis es "Una conciencia crítica irremplazable", y que Octavio Paz en los años ochenta del siglo XX sorprendiera a muchos con esta frase: "En México existen tres géneros literarios: la novela, la poesía… y el género Carlos Monsiváis".
Los temas frecuentes en Saramago: la urdimbre humana de la desigualdad, la espiritualidad con sus logros y sus fiascos, la capacidad de asombro y ternura a través de la poesía, la literatura como revisión crítica de mitos, la destrucción voraz del mundo enlazada con la prosperidad material, la vida de los pueblos como misterio de la soledad, la vida de los pueblos como invitación al misterio compartido.                     
PERSEVERANCIA DE LA INTELIGENCIA 
COMO un exquisito testamento cultural de Carlos Monsiváis sobre la Ciudad de México, en marzo de 2010 se publicó Apocalipstick. También ese año, José Saramago publicó la que sería su última novela: Caín, la delicada cacería de un arquetipo inmemorial (aunque hemos hablado aquí de otra novela inconclusa: Alabardas). Murieron con la pluma en la mano. Habría que ubicarlos como miradas insustituibles. Poco a poco, el mundo se queda sin sus figuras intelectuales necesarias. ¿Quién viene al relevo?                           
 Si me preguntan por un libro de Carlos Monsiváis, tengo que decir Amor perdido (1975), como un recorrido diverso, irónico y contextual en torno a figuras mexicanas: Agustín Lara, Salvador Novo, Fidel Velázquez, José Revueltas, José Alfredo Jiménez y –como pilón exquisito- todos los burgueses con corazón de masa, fascinados con Nureyev en Bellas Artes, el concurso de Señorita México, la generación de la Onda y el desaforado mundo de las groserías, con el motivo central de Renato Leduc: "No haremos obra perdurable; no tenemos de la mosca, la voluntad tenaz".    
Si me preguntan por un libro de José Saramago, tengo que decir El año de la muerte de Ricardo Reis (1984), una recreación inigualable del escritor Fernando Pessoa y sus pseudónimos literarios, desolado guardián del desasosiego en Portugal. Saramago se mide ahí con sus fantasmas estéticos, batalla de sombras en la que brota mucha luz.
Monsiváis y Saramago valen por toda su obra. Son radares culturales por su cantidad de páginas escritas y por su densa calidad temática. Más allá de los despeñaderos políticos perpetrados por la izquierda en el mundo, tenemos aquí a dos grandes autores que desde la izquierda sociocultural miraron el mundo en su diversidad y complejidad. El tiempo futuro es suyo, pero no depende de ellos. Toca a los vivos perseguir las ideas vivas que, como dice Canetti, merecen ser pensadas de nuevo. Si así sucede, Monsiváis y Saramago perseguirán la metamorfosis del mundo en otras plumas que, como ellos, volarán con un radar cultural integrado en su cabeza y corazón. Pero, ¿podemos hablarle de cultura a todos nuestros políticos? ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )      
 
 

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