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Home Escala Crítica CUANDO SE PIERDE EL SENTIDO DEL SERVICIO PÚBLICO HAY OTROS QUE SIRVEN DE MODELO

CUANDO SE PIERDE EL SENTIDO DEL SERVICIO PÚBLICO HAY OTROS QUE SIRVEN DE MODELO

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 Escala Crítica/Columna diaria

 
*Ciudadanía para servir y no para servirse, menos con cuchara grande
* José Emilio Pacheco: la sensibilidad del humanista indeleble 
*Cuando la infancia pasa, los juguetes se vuelven tristes, advertía JEP
 
Víctor M. Sámano Labastida 
 
EN ESTOS días en que parece haberse perdido el sentido del servicio público, cuando se confunde el compromiso de servir con la ambición por servirse, siempre es útil referirse a los grandes ejemplos de mexicanos que han contribuido con su ejemplo a recuperar el sentido del concepto “Patria”. Lo fundamental es, como decía una amable lectora de esta columna, mantener la esperanza.
Recientemente el escritor Fernando del Paso recibió en Mérida, Yucatán, el Premio José Emilio Pacheco. En esa ocasión, dijo el autor de Noticias del Imperio: “Quiero decirte (José Emilio) que yo también amé a tu manera a esa patria de los cuantos bosques y ríos y de la ciudad monstruosa que fue tu cuna y la mía.
Quiero decirte lo que tú ya sabes: que hoy también me duele hasta el alma que nuestra patria chica, nuestra patria suave, parece desmoronarse y volver a ser la patria mitotera, la patria revoltosa y salvaje de los libros de historia”.
 
EL HÉROE DISCRETO, JEP
 
HOY, SI ME LO PERMITE con su lectura, le comentaré algo sobre un patriota mexicano a su manera.
Hemos dicho aquí que la política se expresa de muchas formas, no sólo como militancia, partidocracia o funciones gubernamentales. José Emilio Pacheco (1939-2014) representa un ejercicio sensible de la política entendida como cualquier actividad valiosa para una comunidad. Desde la difusión cultural del arte, Pacheco fue un ‘político’ de tiempo completo. 
Sin la prosa mordaz de Carlos Monsiváis, sin el ego brioso de Carlos Fuentes,  con un sentido cabal de amor por la cultura universal, desde la pasión luminosa de las artes, José Emilio fue con su obra (firmada en la sencillez de sus iniciales: JEP) una ventana de belleza y ética que arrojó luces al México moderno. Exploremos, como lección de otras posibilidades de la política, esta voz significativa que huyó de la grandilocuencia. Fue un hombre discreto.
En 1929, don Alfonso Reyes lamentó para México y Latinoamérica “haber llegado tarde al banquete de la cultura universal”. Curioso dictamen, que trató de ser realista frente a la tradición cultural europea. Este destino de “invitados tardíos” era desmentido por la extraordinaria obra literaria del propio Reyes y otros grandes artistas sin complejos periféricos. Sin embargo, en términos generales la cultura mexicana del siglo XX pestañeaba: una sensación de inferioridad resoplaba en muchos creadores, espectadores y lectores. Hubo que esperar a la generación de medio siglo para mirar sin pestañear el campo de juego de la cultura universal. Esa generación incluyó en sus inicios a Salvador Novo, Jorge Cuesta, el tabasqueño Carlos Pellicer, Octavio Paz, Juan Rulfo, y en su consolidación a Fuentes, Monsiváis, el veracruzano Sergio Pitol y, por supuesto, José Emilio Pacheco.
La obra múltiple de Pacheco (poemas, relatos, novela corta, traducciones, reseñas, crítica, ensayos) es un combate apasionado de veracidad y voracidad, con la cultura universal como telón de fondo. Su amor por la difusión cultural a través de su columna INVENTARIO, publicada en la Revista Proceso, merece antologías minuciosas (no una sola), con temáticas diferenciadas. En el arte, demostró JEP, el tiempo es relativo y los grandes son contemporáneos nuestros: Homero, Dante, Mozart,  Rembrandt, Cervantes, Picasso, Buñuel, Chaplin, Joyce, Kafka, Erscher, Borges, Stravinsky, García Márquez, Coppola, Kubrick, Kundera. La interrogación existencial es una deuda de amor intemporal que cada artista paga con intereses en su obra. JEP lo hizo de forma tal (como difusor cultural de grandes creadores) que ahora la deuda es con él. Difícil, encontrar otro personaje mexicano que haya hecho más por dirigir nuestra mirada hacia las grandes creaciones universales.
              
JEP EN FRASES: RADIOGRAFÍAS DEL SER MODERNO   
“YA SOMOS todo aquello contra lo que luchamos a los veinte años”, escribió. Cualquier generación se mira en esta frase que permanece como espejo de anhelos juveniles y realidades adultas. La mirada cultural de Pacheco abarca la complejidad de la vida moderna. Su sabiduría literaria es melancólica sabiduría existencial, de resonancias históricas e individuales. Veamos algunas perlas.
-“En verdad no hay adultos, sólo niños envejecidos. Quieren lo que no tienen: el juguete del otro. Sienten miedo de todo. Obedecen siempre a alguien. No disponen de su existencia. Lloran por cualquier cosa”.  
-“La realidad es psicópata: jamás se compadece de sus víctimas. Hace trampa al jugar con la esperanza”.
-“Cuando la infancia pasa los juguetes se vuelven tristes: sienten su muerte. Saben que los espera en un desván un destierro infinito de cadáveres”. 
-“Escribir es el cuento de nunca acabar. No hay obras acabadas, sólo abandonadas. Reescribir es negarse a capitular ante la avasalladora imperfección”.                                                                                                        -“Escribe lo que quieras. Di lo que se te antoje: de todas maneras vas a ser condenado”.                                                                                                            -“Fracasé. Fue mi culpa. Lo reconozco. Pero en manera alguna pido perdón o indulgencia: eso me pasa por intentar lo imposible”.
                        
ENVEJECER CON LA SENSIBILIDAD INTACTA 
 
EL PESIMISMO de la inteligencia –insinúa JEP- es búsqueda de excelencia. Pacheco desarrolla un pesimismo ilustrado que, con base en el juego de la cultura, dota de sentido cualquier esfuerzo compartido. Son ‘los otros’ quienes definen el ‘yo’, aunque el ‘yo’ necesite fuerza interior. Un humanismo indeleble se forja en las problemáticas culturales. La vida sigue, con una advertencia: “El que derrota al monstruo y ocupa su lugar se vuelve monstruo”.
JEP es el mejor crítico literario de México, con la aspiración secreta de rejuvenecer en cada texto. Su método: abordar a nuevos autores como si fueran viejos, y a viejos autores como si fueran nuevos. Con ello, lanzó pistas suculentas a sus lectores. También, JEP buscó el pasado para iluminar el futuro. Así cercenó las ilusiones de las élites poco ilustradas de México, pero también descreyó de los populismos literarios que tienen mucho de demagógico. Su obra está ahí, para quien quiere revisitarla en los tiempos crueles de nuestro presente. 
AL MARGEN
HAY VECES que uno debe disculparse por no hablar del chisme del día, del afanoso y vano afán por una parcelita de poder. Pero la vida es mucho más que eso. Es eso, pero también mucho más.
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