www.ventanasur.com

  • Aumentar fuente
  • Fuente predeterminada
  • Disminuir fuente
Home Escala Crítica PERIODISMO Y PODER: WATERGATE, FILTRACIONES, SERVICIO PÚBLICO

PERIODISMO Y PODER: WATERGATE, FILTRACIONES, SERVICIO PÚBLICO

E-mail Imprimir PDF

 Escala Crítica/Columna diaria

 
* Las lecciones de una historia que derribó a un presidente
*Cuando el reporterismo hace honor a su tarea de cuarto poder
* Distinguir entre denuncia y rumor; los dilemas del periodismo
Víctor M. Sámano Labastida
 
LA HISTORIA puede visitarse para airear el presente. Allí está nuestra memoria para no repetir los errores del pasado, aprovechar mejor los aciertos y documentar nuestra biografía colectiva y personal. Ahora que por tradición se festeja en México el día de la libertad de expresión (aunque escasean los motivos para celebrar), vale referir una de las más grandes enseñanzas del periodismo. El caso más impactante en esta actividad a nivel mundial en el siglo XX enseña cuestiones torales sobre la información pública y su compleja relación con el poder. 
En el periodismo hay que distinguir entre filtración como rumor y filtración como denuncia. En la filtración/rumor, el medio de comunicación es usado por el ‘filtrador’ con un fin turbio, no periodístico. Cuando se aclara la naturaleza del rumor, el medio es calificado como amarillista y produce un daño público. En la filtración/denuncia, el ‘filtrador’ utiliza el medio de comunicación para un fin periodístico significativo. Esto implica que el medio también utiliza al ‘filtrador’, porque está en juego el esclarecimiento de hechos muy importantes. Y se produce un bien público.
Es cierto que ahora existen herramientas como las leyes de archivos y de acceso a la información pública, pero conocer a fondo la de los entes privados todavía enfrenta enormes desafíos.
      
PRESIDENCIA DE PAPEL, 
ORIGAMI DEL PODER 
EL CASO más sonado de filtración como denuncia en la época anterior a las redes de internet es el Watergate (1972-1974), que provocó la renuncia del presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, enjuiciado por espionaje a sus adversarios políticos, corrupción de instituciones, perjurio y uso indebido de recursos públicos. Nunca otro inquilino ha desalojado así la Casa Blanca. 
El Watergate no hubiera existido sin Mark Felt, número 2 del FBI en esos años, quien puso datos duros y pistas en las manos de Bob Woodward y Carl Bernstein, reporteros del Washington Post que escribieron notas demoledoras. Fueron tachados de antipatriotas, lo mismo que su fuente/filtrador. 
A 44 años del Watergate, no hay duda del bien público que produjo. Y la prensa ilustró el rango de la capacidad del  ‘cuarto poder’ por llamar a cuentas al hombre más poderoso del mundo. 
 
TRASFONDO POLÍTICO DEL WATERGATE
 
EN ESA historia hay una historia. The Washington Post necesitaba un periodismo agresivo para posicionarse en el mercado editorial: no figuraba en el debate público. Por ello, en palabras de Woodward y Bernstein, “los editores de la sección política y el director del Post dieron luz verde a un caso de espionaje gubernamental sustentado en una fuente anónima”.
Mark Felt estaba resentido con Nixon porque lo relegó a número 2 del FBI en su administración. Felt esperaba estar al mando del FBI a la muerte del legendario Edgar L. Hoover, pero cuando eso pasó (en 1971) Nixon escogió a L. Patrick Gray. Luego Nixon ordenó que el FBI realizara labores de espionaje junto con la CIA. Felt no estuvo de acuerdo en convertir al FBI en otra CIA, aunque se mantuvo en el cargo y obtuvo la información que después filtró. 
Hubo torpezas de Nixon para manejar al FBI y la CIA. En términos estratégicos, un político de alto rango no debe ordenar investigaciones paralelas que involucren a gitanos que se leen las manos. La lucha informativa en el Watergate fue también una puja de poder entre el FBI y la CIA. Como el FBI no había metido las manos en el espionaje de republicanos a demócratas, entonces el balconeo fue para Nixon y la CIA, mientras las filtraciones al Post fueron un golpe maestro de política palaciega, además de un hecho extraordinario de interés público.
‘Nada es cierto’, ‘no hemos espiado’, declararon funcionarios de la administración Nixon. Esto hizo crecer la apuesta mediática del Washington Post. Si el gobierno republicano de Nixon hubiese reconocido al principio los hechos de espionaje y el uso indebido de recursos contra los demócratas, quizás la barredora no hubiera llegado tan arriba. Nixon actuó sin saber quién   era la fuente del Post. Conforme avanzó el Watergate, 30 funcionarios fueron destituidos por perjurio (mentir en una declaración jurada) hasta llegar a la renuncia de Nixon.
                             
PERIODISMO Y JUEGOS DE PODER
 
LA FILTRACIÓN es peligrosa porque el medio se convierte en fuente (punto de partida de la información), no en lo que debe ser: medio (como investigador con fuentes y seleccionador de información). En la filtración no hay el triángulo clásico del periodismo que va de la sociedad y sus actores/fuente, pasa por la verificación de hechos y se convierte en relato. Falta el primer lado del triángulo: los actores sociales identificados como fuente. 
Cuando hay una filtración (regularmente con fuente anónima) la legitimidad de la información la asume el medio, no la fuente (actor social) que debería responder por lo que declara. Además: cuando se produce una filtración el medio no investiga, sino que encuentra la información sin merecerla y sin preguntarse de qué manera la fuente anónima lo quiere utilizar.
Los reporteros del Post tomaron como punto de partida una filtración para realizar investigaciones sobre corrupción en la administración Nixon. La investigación duró 2 años y así sustentaron éticamente una denuncia, no un rumor. Eso es lo máximo que puede hacer el periodismo con una filtración, porque en realidad las fronteras del rumor y la denuncia se tocan: ¿con qué criterio decidir si los periodistas tienen entre manos información valiosa, o venenoso rumor? 
La filtración es un dilema ético a resolver en las salas de redacción. Sin fuentes, el periodismo camina en la cuerda floja. La investigación es la vacuna, antes de publicar lo que llegue en cajas sin remitente, telefonemas anónimos o pláticas susurradas en la oscuridad. Esa es la lección ético/periodística del Watergate. Son lecciones de periodismo que deben tenerse presentes ahora ante la embriaguez de una información sin comprobar y sin fuente acreditada en la feria de las redes. Por lo menos en los medios tradicionales impresos existe un ente físico, no virtual, a quien reclamar. Felicitaciones a los lectores.
 ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla ).         
 
 

Escribir un comentario


Código de seguridad
Refescar