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Home Escala Crítica CONTRA LA MANIPULACIÓN POLÍTICA DEL CIUDADANO, DESAFÍO DE LA CULTURA

CONTRA LA MANIPULACIÓN POLÍTICA DEL CIUDADANO, DESAFÍO DE LA CULTURA

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 *El largo camino de López Obrador: cambios y limitaciones

*Un movimiento iniciado en 1988; la ruta marcada para 2018
*Cómo sería la izquierda en la Presidencia, una incógnita
 
Víctor M. Sámano Labastida
 
PASADAS las elecciones del domingo reciente, podemos ahora asomarnos a uno de los aspectos de quien será y es sin duda el actor más relevante en estos días para la carrera presidencial del 2018.   
Desde la política, con intensidad propia del trópico, Andrés Manuel López Obrador afirma luchar por un cambio cultural profundo en México.
A partir de los instrumentos políticos a su alcance, pero también forzando la puerta del sistema para introducir más cambios (rendición de cuentas gubernamental, segunda vuelta electoral, revocación de mandato) y otros instrumentos que ahora se discuten (plebiscito) o aplican con mayor fuerza (referéndum, consulta popular, en el DF). Ese es, por lo menos, el registro de un movimiento iniciado en la efervescencia de 1988, cuando aquella ruptura histórica del PRI.
La eficacia o ineficacia política de AMLO no mide, sin embargo, “la magnitud del cambio cultural que propone la izquierda mexicana en un país que por siglos ha pertenecido a la derecha” (Carlos Monsiváis/2006, el año del 0.5% de diferencia entre derecha e izquierda en las urnas). Fue lo más cerca que ha estado de la Presidencia.   
¿Hacen falta más cambios culturales en México? Sí, visto que los cambios políticos no han producido en 30 años un estado de cosas satisfactorio. En ingrata coincidencia, los historiadores Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín (Nexos y Letras Libres de mayo) se lamentaban de la democracia mexicana que no ha evitado los toboganes económicos y la escalada de violencia, inseguridad y depauperación material. Casi todo, producto del quehacer político sin la supervisión ciudadana. Hay una relación causa efecto entre la economía y la política.
¿Qué hacer? Ver lo que se ha hecho y lo que se quiere y se puede hacer. Sólo recordemos que el cambio cultural es silencioso. El cambio político, en cambio, es ruidoso.     
DIAGNÓSTICO ACERTADO: 
LA CORRUPCIÓN COMO EJE
 
AHORA que se habla en el Congreso de aprobar una ley anticorrupción descafeinada, en medio de un jaloneo de acuerdos entre el PRI, PAN y PRD, vale decir lo siguiente: en sentido cultural, la izquierda mexicana acertó en su diagnóstico de la corrupción como engranaje clave del sistema político. Un tema que se remonta a los tiempos del desaparecido y heroico Partido Comunista Mexicano, más allá de sus sectarismos explicables como ancla de sobrevivencia.  Pero sobre todo los asuntos de la corrupción y su combate han dominado la agenda nacional de los últimos años y nadie está mejor empoderado que AMLO para un “se los dije”. 
No vale para la derecha reprochar a la izquierda las mismas mañas. Por una sencilla razón: en México la izquierda no ha ejercido el poder presidencial. Y es significativo que en países latinoamericanos la corrupción sea tema y motivo para llevar a presidentes a proceso penal. Vale la pena preguntarse si un hecho de este calibre detonaría un cambio cultural mayúsculo en materia de corrupción. Hay quienes dicen que no, que todos son iguales; pero ese puede ser también un discurso para matar el optimismo. 
También hay quien señala que AMLO se pasea entre la denuncia de tipo moral y el señalamiento sin pruebas fehacientes, como todo político que busca llevar agua a su molino. Lo significativo, en todo caso, no es que él haya comprobado las transas de los demás, sino que los demás no le hayan comprobado transas a él. No se puede ignorar que esto representa la vigencia cultural de AMLO como opción política para millones de mexicanos desposeídos, que encuentran en su en ese líder una luz ética que no ven en otra figura política.
 
CIUDADANÍA CON PODER
 
LA IZQUIERDA acertó culturalmente al asignar a la ciudadanía el centro del poder y la acción pública. Esto, le decía, nos remonta a su historia, cuando el sitio de los activistas de esa franja era la cárcel o la clandestinidad. Vino con esto la iniciativa, en lugar de la petición. Bajar el poder a la calle, a las fábricas y al campo. La utopía socialista y anarquista lo vio claro: hay que cambiar las relaciones de poder. Y no se equipare este punto con la definición clásica de democracia (“el poder del pueblo”), puesto que en su nombre apareció la demagogia y se convirtió en norma. Desde luego, la izquierda en sentido político tropezó con la misma piedra allá donde obtuvo el poder. No dinamizó la senda cultural que había detectado como libertad de acción ciudadana. Se equivocó en sentido político, pero su descubrimiento cultural sigue siendo una lección valiosa para cualquier comunidad de individuos que quiera incidir en su entorno, no sólo dentro sino más allá de las urnas.
López Obrador, y otros políticos de izquierda, buscaron la dignidad de los de abajo en un contexto de desprecio y pasividad, incluso de los mismos perjudicados por la inacción pública. En este sentido, lo que sigue logrando la izquierda es una toma de conciencia que se refleja en el modo de vida. La derecha siempre apostó por una vida más cómoda y por cierta relajación de la conciencia. 
Por supuesto, en este siglo XXI las etiquetas políticas de ‘izquierda’ y ‘derecha’ de poco podrían servir. La flexibilidad de los cambios de camiseta y la búsqueda del centro son límites a las etiquetas. De cualquier modo, para entendernos: es un logro cultural de la izquierda potencializar la acción ciudadana y minimizar las etiquetas políticas para estimular el cuerpo social desde manifestaciones de dignidad humana que deben multiplicarse. 
 
CULTURAL RIMA CON ESTRUCTURAL
 
LO POLÍTICO es el corto plazo, la coyuntura y el combate de intereses. Lo cultural es el largo plazo, la viabilidad de un país y la confluencia de intereses. Ambos procesos conviven de forma tensa. AMLO importa como figura política, más allá de sus errores y de su protagonismo –necesario sin duda para romper el cascarón del poder-, por la capacidad de infundir ánimo para la acción pública, y fuerza donde brilla la desolación. Por eso, y contra el AMLO político, debe plantearse que el cambio cultural no pertenece a una persona: se determina por un proyecto, que debe adecuarse a su vez al ritmo del mundo, sin renunciar a su propia estrategia a partir de prioridades consensuadas. El italiano Nuccio Ordine sostiene que “la cultura es peligrosa para la clase política”; pero tampoco hay política que  trascienda sin cultura. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )
 
 

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