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Home Escala Crítica SEPTIEMBRE A CONTRALUZ: PATRIA, NACIONALISMO Y GLOBALIZACIÓN

SEPTIEMBRE A CONTRALUZ: PATRIA, NACIONALISMO Y GLOBALIZACIÓN

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 Escala Crítica/Columna diaria

*De los Sentimientos de la Nación a la nación sentimental
* Maquillaje, rasgo cultural, identidad y la prueba del tiempo
* Sócrates: ser locales, pero también ciudadanos del mundo             
Víctor M. Sámano Labastida
 
HUBO un tiempo en que hubo abundancia y poco orden, afirmó Francisco Iván González, orador oficial en el acto conmemorativo del natalicio de uno de los patriotas más íntegros y fundador de la Nación Mexicana, José María Morelos y Pavón, para referir cómo ahora hay menos recursos y se requiere un manejo escrupuloso de programas y dineros. Recordó como uno de los más importantes momentos históricos de Morelos la convocatoria al Congreso de Chilpancingo, cuyo propósito fue crear un Gobierno independiente.
Obligado fue recordar el programa y proclama de Morelos llamado Sentimientos de la Nación, en el que declaraba “la independencia total de la América Mexicana y establecía un gobierno popular, representativo, con división de poderes, prohibía la esclavitud y la división de la población en castas”. Gobierno popular, combate a la desigualdad, plena democracia.
Ahora que concluye septiembre, abuso de la paciencia del lectora para compartirle algunas reflexiones sobre el nacionalismo en un contexto de la globalización avasallante.
 
CICATRICES DE LA REALIDAD
EN MÉXICO, cada mes de septiembre muestra la debilidad y la fuerza del nacionalismo como discurso político. Debilidad, porque el nacionalismo semeja un maquillaje que oculta cicatrices de la realidad. Fuerza porque, pese a los excesos retóricos, el nacionalismo es un asidero ético ante la avasalladora globalización.    
A los actos conmemorativos en septiembre se suman palabras de un nacionalismo patriotero que abarca todo y no explica nada. Muerte y resurrección del nacionalismo, con mitos fundadores y reciclajes oportunistas. Las épocas pasan y el nacionalismo es uno de los pocos rasgos culturales que permanece: vivo, muerto y resurrecto. 
El nacionalismo como discurso político adolece del defecto de la generalización: es abarcador, mete todo en el saco. Pero políticamente lo utilizan unos cuantos, que sacan tajada material de su demagogia. Por fortuna no todos. Carlos Monsiváis habló de “la nación de unos cuantos y las esperanzas románticas”. Por supuesto, México no debe ser la nación de unos cuantos, pero la evidencia histórica muestra que las élites deciden en lo alto de la pirámide y sólo después suben al pueblo al carro nacionalista. 
El nacionalismo, visto así, es una justificación tardía de las esperanzas románticas del pueblo en un porvenir distinto que no llega. Las fuerzas progresistas han buscado revertir esta losa histórica.
 
NACIONALISMO, PALABRAS Y HECHOS  
¿CÓMO distinguir el nacionalismo patriota del nacionalismo patriotero? Para realizar esa distinción, no son suficientes las palabras. Hay que cotejar palabras con hechos. Por ejemplo, la piedra fundadora de la independencia intelectual en México (antes que la política) es el libro “Historia antigua de México”, de Francisco Xavier Clavijero (1780-1781). Este libro se escribió en Europa, fruto de un jesuita que amaba a su país encarnado en los de abajo. Lo que dijo Clavijero de los indígenas en el siglo XVIII, se pudo haber dicho del campesino del siglo XIX y de la clase obrera mexicana del siglo XX: “Ellos son los que trabajan la tierra, los aradores, sembradores, escarbadores y segadores del trigo, maíz, arroz, haba, frijol y de las otras semillas y legumbres. Ellos son los que abren y componen los caminos, los que hacen canales y diques y los que limpian las ciudades. Ellos trabajan en muchísimas minas de oro, plata cobre. En una palabra: ellos son los que llevan todo el peso de los trabajos públicos como es notorio en todas las provincias de aquel gran reino”. Clavijero, para describir ese México que fue la Nueva España, se ciñe a los hechos (terribles, por lo que conllevan de explotación) con sus palabras. Es nacionalista antes del nacionalismo, y sin demagogia.
También nacionalista es Ignacio Manuel Altamirano, cuando en los tiempos de la Guerra de Reforma (1854) habla de la patria aglutinante: “Sin el amor a la patria la ciencia es estéril, la patria estimula la idea del honor, infunde aliento en el pobre, anima al ignorante, ennoblece la fortuna del rico, enciende su antorcha sagrada sobre la tumba del sabio”. Aunque las palabras tienen un tono romántico, se vivían tiempos decisivos para identificar valores y construir la identidad mexicana. Altamirano habla de la patria como realidad actuante. Así, la generación liberal enfrentó los problemas sociales del país y consolidó un proyecto de nación.
No sucede lo mismo cuando, 50 años después, el dictador Porfirio Díaz y sus ideólogos se refieren a la patria exclusivamente para cobijar su proyecto de dominio político y económico. Nacionalismo patriotero: los hechos no cuadran con las palabras.                     
UN EXPERIMENTO CON EL TIEMPO
PROPONGO al lector una interpretación del presente mexicano a través de la siguiente cita del liberal Ignacio Ramírez, que escribió en 1846: “El país descansa en bases antisociales. Realizada la independencia el sistema colonial continuó, de hecho, gravitando sobre la sociedad mexicana. La desigualdad social ha prevalecido con atroz imperio, y ha presentado el vergonzoso contraste de que las cargas hayan sido para el pueblo y las concesiones para las clases privilegiadas”. No sé qué pensará el lector del nigromante Ramírez y sus palabras de profeta. Han pasado 170 años y el diagnóstico sigue siendo demoledor por su actualidad. El país descansa en bases antisociales por la extendida desigualdad; las cargas son para los ciudadanos y las concesiones para los privilegiados. Esto es lo que debería cambiar, con o sin discurso nacionalista, en los tiempos de la globalización.                  
Los problemas locales no desaparecen con la globalización imparable. ¿Cómo bailar al ritmo del mundo global, sin desentonar con la idea fundacional de la nación/estado? Esa es la cuestión que cualquier político que aspire a estadista debe plantearse. Sin duda, el problema político del siglo XXI pasa por cómo ser provechosamente local sin dejar de pensar el escenario global, un escenario de oportunidades y retos mayúsculos. Aunque ya Sócrates decía que no era ciudadano de Atenas, sino “ciudadano del mundo”, son precisamente las lecciones éticas que dejó a sus pares atenienses lo que permite recordarlo  como ejemplo de ciudadano comprometido con su tiempo. Su pensamiento vale para cualquier nación. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla )
 
 

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